jueves, 24 de marzo de 2011

Del 2008

-No podemos darles de comer a todos los moros…- Francis no entendía por qué sólo hablaba de los Moros, y no de los Canelos ni de los Dinos.
-…que quieren trabajar. Sí, claro. Mucho trabajo, mucho trabajo, pero luego bien que piden cuando no trabajan…- Francis pensó en los policías y en los pastores.
-…que no vengan pidiendo! Que nos quieren quitar nuestra tierra! Si es que es verdad lo de que “ de la calle vendrán y de tu casa te echarán”- Francis recordó cuando le cortaron un cacho de su cuarto de jugar de la casa de los abuelos para hacerle un sitio al Moro. Pero él no se enfadó.
-… y haciendo cosas raras. ¡Luego nos dirán que hagamos lo mismo que ellos!- Francis pensó en la vez que el Moro se había metido en la alberca del abuelo y cuando salió se sacudió junto a él y lo mojó.
El papá de Francis siguió soltando su perorrata hasta que llegaron a la puerta del colegio. Papá se bajó del coche y desabrochó el cinturón de la silla de Francis. El niño se bajó de un salto y le dio la mano a su papá, acercándolo orgulloso a la puerta. Era la primera vez que el papá de Francis llevaba a su hijo al cole, y el niño estaba muy contento, porque por fin podría presentárselo a sus amiguitos y a su seño. Y sobre todo a sus novias.
Sólo tenía dos. Para un niño de cuatro años, tener dos novias no es mucho. Pero a él le bastaba. Y sus novias eran muy guapas. Sobre todo Sara, que era su novia favorita.
El papá de Francis le había oído hablar de Sara y Aurori, y tenía mucha curiosidad por ver a sus dos pequeñas nueras. Aurori se escondió tras la maestra nada más verle, pero Sara se dirigió a su hijo y le dio un abrazo y un beso de buenos días. Y después le preguntó que fruta traía, porque los miércoles era el día de la fruta en el cole.
El papá de Francis miró a la niña, que le devolvió la mirada con sus ojos negros. Sus evidentes rasgos árabes, que habían pasado totalmente desapercibidos tanto a su hijo como al resto de los niños, se estiraron en una sonrisa de niña extrovertida que no se da cuenta de que la miran mal, acercándose a él para decir:
-¡Hola, papá de Fracis!

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